FUENTE – EL MERCURIO
Señor Director:
Tras dos inviernos lluviosos, muchos dieron por superada la crisis hídrica, pero mayo llegó y aún no tenemos lluvias significativas en el norte y centro sur del país. Esto nos recuerda que la infraestructura hídrica sigue pendiente y nos está dejando atrás frente a nuestros vecinos.
En 2007, Chile tenía 1,2 millones de hectáreas con riego agrícola; en 2021, bajamos a 900 mil. El cambio climático y el avance urbano no lo explican todo. Perú, en cambio, tomó un rumbo claro: en 1994 tenía 1,7 millones de hectáreas regadas y, solo ocho años después, ya sumaba 2,6 millones gracias a una política de Estados ambiciosa.
El Proyecto Chavimochic, iniciado a fines de los 80, usa las aguas del río Santa para regar 160 mil hectáreas. El programa subsectorial de irrigación, bajo el Ministerio de Agricultura peruano desde 2006, fortaleció el riego tecnificado y las alianzas locales. El Proyecto Olmos-Tinajones transformó 25 mil hectáreas de desierto y creó 67 mil empleos formales. Y en marzo de 2025, Perú anunció 22 nuevos proyectos de irrigación por más de US$ 24 mil millones, que sumarán un millón de hectáreas a su frontera agrícola al 2040: más que toda la agricultura de riego de Chile.
Mientras tanto, Chile apuesta por pequeña obras descentralizadas y mejoras en eficiencia hídrica, lideradas por la Comisión Nacional de Riego, Indap y Conadi. Son esfuerzos valiosos, pero insuficientes. Las grandes obras avanzan lento, no tenemos un plan para el riego en el desierto, ni modernización del centro sur agrícola, ni embalses, ni desaladoras multibeneficio.
Perú avanza con visión de largo plazo, reforzando su agroexportación, mientras nuestro país se estanca. Si no asumimos que el agro es clave para nuestro desarrollo, crecer sostenidamente sobre el 4% y lograr bienestar social seguirán siendo solo un anhelo.
ANTONIO WALKER PRIETO – Presidente Sociedad Nacional de Agricultura (SNA)
8 de Mayo, 2025